lunes, 29 de febrero de 2016

LA FILOSOFÍA DEL “NO TE METAS”

Artículo publicado en la revista "Guairá News". Villarrica - Py. Noviembre / 2015.


                                                                                    Fotografía: diario Ultima Hora.
Nuestros mayores Nos cuentan muchas situaciones que vivían aquellos años de “paz y progreso”. En ese sentido, Villarrica es poseedora de numerosas historias y “anécdotas” generadas por los embajadores del “rubio” en tierras guaireñas.

Situaciones como éstas, sembraron en aquellas generaciones la semilla del temor constante. Como método de supervivencia, muchos adoptaron una filosofía que les permitió vivir “tranquilos” esos años: la filosofía del “no te metas”. Como caballos con anteojeras anduvieron nuestros padres y abuelos, cada quién en “su mundo”, sin mirar –o sin querer hacerlo- lo que ocurría a su alrededor.

Hace 26 años y “pico”, con la llegada de la democracia –o la ida de Stroessner -, eran grandes los sueños de una sociedad diferente. Una sociedad que evolucionaría a pasos agigantados, sobre todo en cuanto a las libertades de expresión y desarrollo del pensamiento crítico del pueblo. A partir de aquel 1989, el Paraguay tendría a toda una nueva generación que se nutriría del néctar de una verdadera libertad (reitero, hablamos de lo que se pensaba en ese entonces, ojo!). Los temores a cualquier tipo de represión  habían desaparecido, los talentosos ya no irían al exilio y tendrían su lugar ganado… en fin, el nuevo Paraguay estaba en marcha!.

Los primeros años de democracia fueron despertando poco a poco a la sociedad de aquel sueño inicial. La gente se dio cuenta que las costumbres de 35 años (sin contar los difíciles años que lo antecedieron) no se irían fácilmente.

Con el gastado discurso de ser el futuro de la patria, la juventud paraguaya ha tenido diversas oportunidades de consolidarse como el esperado motor de cambio y desarrollo social que tanto ha vendido la clase política. Salvo pequeños vestigios, las nuevas generaciones poco o nada desarrollaron el esperado pensamiento crítico; es más, a quienes les tocó ocupar un sitial en el escenario del poder, mostraron perfeccionar aún más las viejas costumbres; por lo tanto, la filosofía del “no te metas” volvió a ganar espacio entre los jóvenes.

La mayor parte de la juventud volvió “a lo suyo”, planificando su vida personal lejos de la política y los problemas que aquejan a la sociedad. La apatía cumplió su misión, y el espíritu crítico e inquieto que caracteriza a todo joven fue poseído y amilanado. Toda pequeña chispa crítica o rebelde era rápidamente apagada por la frialdad de una sociedad reacia a sacarse la anteojera.

Pero algún día, la fuerza de ese espíritu crítico reprimido y dormido iba a despertar, y así lo hizo. No fue por una cuestión partidaria, por la situación de la albirroja ni por la libertad o encarcelamiento de algún líder político; fue por aquello que más dignifica la vida de un ser humano: LA EDUCACIÓN!. Lo que empezó con una serie de pacíficas “sentatas” en la pista de un colegio, terminó con la mayor movilización estudiantil (secundaria y universitaria) que registra la historia contemporánea del Paraguay.

La juventud dijo “¡BASTA!”, dejó el plagueo virtual… el teclado y salió a las calles a exigir aquello que le corresponde. Firmes, con una hoja de ruta clara, sin agresiones y con una dignidad que asombra a propios y extraños; no agacharon la cabeza ante las autoridades ni dejaron seducirse ante todo tipo de propuestas. No hubo “flores” ni “Ferraris” que superen el poder de una juventud despierta.
                                        
La “primavera educativa” –como lo llamaron muchos- hizo sudar a más de uno en el poder, y aquellos que hasta hace semanas se creían omnipotentes, hoy suplican misericordia a la diosa Astrea, quien, ante una clara y digna postura juvenil, tampoco ha titubeado a la hora de impartir justicia (a pesar de sus conocidas “co$tumbres” para ayudar a los amigos).

Septiembre del 2015 será recordado en la historia del Paraguay porque su juventud ha vencido la primera de muchas barreras que le fueron impuestas a lo largo de décadas: la apatía. Pero por sobre todo, porque hemos comprendido que el no involucrarse deja el espacio que nos pertenece a los eternos rastreros y oportunistas.


Hagamos todos lo mismo, seamos jóvenes de edad o espíritu: bajemos a la cancha, pongamos la pelota al piso y seamos protagonistas de un verdadero cambio, porque desde la gradería siempre seremos simples observadores y la copa del campeonato sólo la alzan quienes juegan el partido.


Un Pesimista asumido... pero con esperanzas.